28 de diciembre de 2009

ira

...o como liarse a cabezazos contra la pared.


Después de esquivar los puñetazos de una maruja montada en cólera al ver que me llevaba las últimas medias negras del súper, llego a casa y caigo en la cuenta de que este año ya tiene las horas contadas.


Hace unos días preguntaba: ¿dónde estaremos en un año? y me da hasta miedo contestar...antes de nada, intenta averiguar donde leches estás ahora. Con todas las vueltas que ha dado este 2009 y resulta que estoy más o menos igual que hace un año. Un poco más herida y un poco más curada, un milímetro más sabia y por ello aún más tonta. Sea como sea, lo despido con las mismas ganas que recibo este que viene. Infinitas.


Al final las cosas buenas siempre superan a las malas, o eso creo. Sólo es cuestión de echarles tierra encima y yo, a estas alturas, ya llevo una montaña del tamaño del Everest. Si en 365 días, se reduce al tibidabo, ya puedo darme con un canto en los dientes.

26 de diciembre de 2009

gula

...o como hartarte de tu plato favorito.

Cuando las vacaciones de navidad son en realidad "vacaciones" de navidad por que, sí, no hay despertador a las 6:40 de la mañana, pero a cambio te pasas todo el día reconcomiéndote por no estar haciendo lo que deberías. Así será hasta que a dos días de la vuelta, te pongas sin más remedio al tajo y te digas: mierda, debería haber empezado antes... Entretanto tu cabeza se ve ocupada en otros menesteres, muy lejos de lo verdaderamente urgente. Para qué hacerlo hoy si lo puedes hacer mañana, o pasado.

La razón es enemiga directa del impulso. Y a Platón lo mandaba yo a la luna de una patada en el culo. El impulso dice: comeré mi plato favorito todos los días. La razón dice: vale, pero te acabarás cansando de él. Lo sabes y qué haces? comes, comes, comes y ya llegara ese día, si llega. Que la razón no siempre la tiene.

11 de diciembre de 2009

entropía

...o no poder volver a meter la pasta de dientes en el tubo.

Y resulta que el transporte público me inspira. Entre sudores invernales y adolescentes chillones (sí, los oigo por encima de Guns 'n Roses), me echo a escribir compulsivamente en los márgenes del libro. Es época de cambios, de portazos con los que te pillas los dedos y de taquicardias cafeínicas. En alguno de mis universos múltiples el caos está fuera de mi vocabulario...y de la pared de mi habitación.

Todo gira en torno a las decisiones que tomamos, a los impulsos irreprimibles y a las casualidades que dan un giro a tu vida. Y dale con el nada pasa porque sí. Tengo que aprender a delegar responsabilidades en el azar o directamente echarle la culpa de todo. Abandonémonos al placer del ya está escrito y a vivir que son dos días. Total, si tiene solución ¿de qué te preocupas? y si no la tiene...¿de qué te preocupas?.

Sólo me queda asumir que toda esa pasta de dientes que salió del tubo (habiéndolo estrujado a conciencia), ya no sirve de nada.